Carta al señor marqués de Camposagrado, coronel del Regimiento de nobles asturianos, sobre el blasón que debe pintarse en sus banderas.

Mi mui estimado amigo y señor: el deseo que vuestra merced me manifiesta de saber quál sea el verdadero blasón que pinta nuestro Principado en sus armas, excita una duda nunca presentada a mi imaginación. Quanto más pienso en ella, más me admira que un punto que el hecho y el uso declaran en todas partes se halle entre nosotros en tal perplegidad. Bien sé la poca estimación en que está la ciencia heráldica y que nada se aventuraría en abandonarla del todo, pero si este estudio puede merecer algún aprecio será sin duda con relación a los reynos y provincias; puesto que sus blasones tienen siempre su origen en hechos grandes y enlazados con la historia nacional mientras los de las familias o se pierden en los tiempos fabulosos, o se derivan de ficciones modernas, o a lo más se apoian sobre acciones pequeñas y privadas.

Fuera de que el objeto de la pregunta de vuestra merced no sólo hace justa esta discusión sino también necesaria, pues tratándose de representar nuestros blasones en las banderas del nuevo Reximiento2 v. de nobles asturianos, ya se ve que fuera tanta mengua ignorarlos como no tenerlos. Vamos pues a determinarlos con la posible exactitud.

El punto, como dije, es dudoso y por tanto primero referiré y examinaré por su orden las varias opiniones que hai acerca de él, y después deduciré y explicaré la que deve seguirse.

La más antigua da por blasón al Principado de Asturias o tres o cinco suelas de zapato, ya negras, ya leonadas, ya en fondo de metal, y ya de color, que tanta es la variedad con que la exponen sus autores. Esta opinión era sostenida por algunos en tiempo de Carballo, el primero de nuestros coronistas, y por eso la llamo la más antigua. Siguióla después el canónigo Tirso de Avilés en su obra genealógica de las casas de Asturias escrita a principios del siglo pasado, de la qual tengo una mala copia, aunque apreciable (si pueden serlo tales miserias) por las notas que puso en ella a principios de este siglo don Manuel Caballero Flórez y Valdés, rexidor del concejo de Tineo. Las palabras de Tirso de Avilés son como siguen: «son las armas de Asturias tres suelas de zapato negras en campo amarillo; y es que como aquellas gentes anduvieron por aquellos montes sólo se prevenían de suelas de zapatos para el reparo de los pies». El padre Carballo desecha esta opinión con desprecio, por absolutamente infundada, otro tanto hace Caballero, su escoliador .

Y, sin tanta autoridad, quedaría arruinada por sí misma porque sobre ser enteramente voluntario y ahún ridículo el origen que da Tirso de Avilés al blasón de las suelas: ¿quál pudo ser la epoca, quál la ocasión y quáles los autores a que se refiere? Por otra parte, ¿quál es el monumento público en que se halle representado? Lo que yo creo o por lo menos congeturo es que como la familia de Álvarez de las Asturias pintaba estas suelas en sus armas, según asegura el mismo Avilés, y de esta familia hubo en otro tiempo algunos adelantados, o merinos mayores, en Asturias; pudo ser que se atribuyesen a la provincia los blasones que pintaban sus gefes. Sea lo que fuere de esto en semejante materia me parece que será mejor andar descalzos que calzados con estas suelas.

El padre Carballo, que escribió a fines del3 v. siglo 16, y antes que Tirso de Avilés, pues es citado de él, establece otra opinión, señalando un blasón de más noble y alto origen. Dice que el Principado de Asturias, así como la ciudad y santa yglesia de Oviedo, pintan por armas la famosa Cruz llamada de los Ángeles. Sus palabras al párrafo 24 del título 17, parte segunda, son las siguientes: «El retrato de esta Cruz de los Ángeles ha tomado por insignia la santa yglesia de Oviedo... y asimismo la ciudad la pone por timbres de las reales armas que pinta... y la misma cruz pinta todo el Principado de Asturias, y no las cinco suelas de zapatos curtidas que algunos le atribuyen sin fundamento alguno; pues no hai señal de tales armas en todo Asturias, ni jamás la ha habido ni rastro de ellas». Sigue diciendo que esta cruz se pintaba en todos los libros antiguos de aquellos tiempos, y que se hallaba también en muchos edificios de la ciudad y Principado, y por último añade: «y en el Archivo de la ciudad de Oviedo vi un sello de metal en dos piezas, para hacer sellos de plomo o cera, y en él la cruz con los dos ángeles a los lados y alrededor, estas letras: Angelica laetum cruce sublimatur ovetum; y en la otra parte tiene la figura del rey don Alonso el Casto sentado en su trono con una espada en la mano y en la otra el cetro, y coronado con cerco alrededor de la cabeza como suelen pintar los santos y alrededor estas letras que corresponden con las de arriba: Regis habendo tronum Casti Regnum et Patronum. Y se hallan algunas escrituras mui antiguas con este mismo sello que tiene más de quatro dedos en ancho».

Esta opinión tan agradable a la piedad, satisface mui poco a la buena crítica. Las razones de Carballo bastan ciertamente para concluir que la cruz angélica es el verdadero blasón de la yglesia y ciudad de Oviedo, mas no que lo es del reyno, provincia o Principado de Asturias. El sello que describe encontrado entre los papeles de la ciudad prueba que a ella pertenecía aquel blasón, pues servía para autorizar sus diplomas; y lo mismo probará aquella santa cruz, si se halla dibuxada en pergaminos, o esculpida en edificios pertenecientes a la ciudad, o a la santa yglesia; sin que se pueda inferir, de uno ni otro, que era blasón del Principado. Fuera de que en ambos puntos tengo grandes razones para creer que se equibocó Carballo, como diré después.

Hay otra opinión más apoiada en uso que en autoridad y que sin embargo debería preferirse, si el uso fuese general y constante, porque al fin estas materias admiten prescripción y se deciden por el hecho. Según esta opinión, el Principado pinta por armas un escudo de quatro quarteles: en el primero y último, un castillo y un león; y en el segundo y tercero, las copas, cálizes o copones. Yo he visto estas armas en algunos impresos modernos y es regular, por lo mismo, que el molde de su tipo exista en la ymprenta de esa ciudad, y tal vez que en sus archivos haia alguna memoria de su origen. Carballo y Avilés no hacen mención alguna de este blasón pero era ya conocido y usado a la mitad del siglo anterior como vamos a ver.

Lázaro Díaz del Valle, natural de León y coronista de los reynos, escribió a la mitad del siglo pasado una obra intitulada Historia y nobleza del reyno de León y Principado de Asturias cuio original he reconocido. En ella, después de referir a la larga la fundación del Principado de Asturias, pone en forma de árbol un catálogo de sus príncipes con una nota marginal que dice así: «El Principado de Asturias antiguamente trahía por armas en escudo de oro tres suelas de zapatos leonadas. Después trujo un escudo partido en quarteles: en el primero, castillo de oro en campo colorado; y en el quarto, un león rojo sobre plata; y en segundo y tercero, dos copas de oro en campo azul; y al presente trae la cruz de oro que hicieron los ángeles en campo colorado, teniéndola dos ángeles en forma de adoración».

Para demostración de estos blasones los dibuja y representa el autor al lado del árbol genealógico en tres diferentes escudos conformes en todo con la descripción de la nota. Pero como este autor no da ningún apoio ni cita ningún documento en confirmación del uso de estos blasones, es de creer que su opinión fuese formada sobre la del padre Carballo, y acaso la del canónigo Tirso de Avilés; y lo que hemos dicho acerca de ellas debe servir para calificar la suya que sólo prueba que el blasón de las copas era conocido en su tiempo.

La cuarta y última opinión, y la que al parecer se acerca más a la verdad, es la que el caballero Trelles expone al capítulo 36, parte primera de su Asturias ilustrada, por estas palabras: «Esta santa yglesia y la ciudad de Oviedo tienen por particulares armas y divisa suia esta cruz fabricada por los ángeles, poniéndola en sus escudos en la figura que en ella misma se reconoce y a los dos lados dos ángeles como adorándola. Pero el todo del Principado usa por divisa y armas suias la Cruz que llaman de la Victoria, que es a similitud de la de roble que trahía por estandarte don Pelayo en las batallas».

Aunque Trelles no presenta pruebas de raciocinio, de autoridad ni de hecho para fundar esta opinión es a mi juicio la que tiene más argumentos en su favor. La cruz esculpida en varios antiguos edificios del Principado no es la de los Ángeles, como creió equivocadamente Carballo y ahún también Ambrosio de Morales, sino la de la Victoria. Así lo manifiestan las que están sobre la fortaleza y fuente de Foncalada y las de la yglesia vieja de Valdediós, fundación de don Alonso el Magno, y de Deva, fundación de doña Velasquita, mujer de don Bermudo II, y otras que ahora no tengo presentes.

[Otro tanto se puede decir de la cruz que se ve dibujada en los antiguos privilegios, como prueban, además de su forma, el alpha y omega pendientes de sus brazos, y de que daré después alguna razón para mayor ilustración de este punto.]

La forma de estas dos cruzes es tan diferente que difícilmente puede equibocarse por más que la impericia de los antiguos gravadores y amanuenses las haya desfigurado. La de los Ángeles se compone de quatro triángulos de los que llaman los geómetras ysoceles unidos por los vértices en un punto. Y la de la Victoria es una cruz regular, floreada en los estremos de cabeza y brazos y con el alpha y omega pendientes de ellos. Es fácil por lo mismo distinguirlas doquiera que se encuentren. [Pero la forma del pie de la Cruz de la Victoria ofrece una circunstancia mui digna de notarse pues representa el largo espigón que ser]vía para ponerla en su astil y llevarla en las batallas como señal o guión militar; lo que basta para distinguirla de la Cruz de los Ángeles, y para darle el carácter de blasón propio de nuestros reyes, como efectivamente lo era.

El alpha y omega representadas en forma de colgantes por bajo de los brazos de esta cruz la caracterizan más señaladamente y más a nuestro propósito; por que estas misteriosas letras se hallan no sólo en las cruces esculpidas en los antiguos edificios que hemos citado sino también dibujadas al principio de los privilegios de nuestros reyes, y prueban que en unos y otros se trataba de representar la Cruz de la Victoria y no la de los Ángeles.

Por último, podemos citar al mismo Carballo en apoyo de nuestra opinión. Y es ciertamente de estrañar que habiendo conocido el uso antiguo de este blasón no se hubiese decidido por él. En la parte segunda, título 20, párrafo 20, después de haber hablado del origen de esta cruz y dado su descripción, dice así: «Fue tan devoto de esta cruz el rey don Alonso el Magno que tomó su retrato como por insignia y armas, poniéndole a los lados el alpha y omega, que son la primera y última letra del alphaveto griego, insignia antigua que usaron los católicos y fieles para diferenciarse de los hereges arrianos... Y esta es la primera insignia y armas que hallamos haber tenido los reyes de España después de su general destrución, porque ni hasta entonces, ni muchos años después, usaron otra insignia». Si pues hemos probado que ni nuestros reyes ni nuestro Principado usaron después [por lo menos constante y uniformemente de otro blasón que el de la Cruz de la Victoria, es claro aun, por las mismas razones de Carballo, que éste es su propio, único y verdadero blasón].

También notaremos aquí que el uso constante de el alpha y omega en esta cruz prueba que don Pelayo y los demás reyes de Asturias adoptaron esta insignia a imitación de los emperadores de oriente, los quales como es bien sabido y lo recuerdan Carballo y Trelles, la llebaban por guión y insignia principal en sus exércitos, después que Constantino formó con ella su célebre lábaro y la substituió a las antiguas águilas romanas. Desde entonces empezaron los católicos a distinguir con esta sagrada señal todos los monumentos públicos, uniéndole siempre el alpha y omega (que se interpretan principium et finis y son símbolo de la divinidad) para significar la de Jesucristo que habían negado temerariamente los arrianos.

Constando pues por una antigua y probada tradición que el rey don Pelayo, fundador de la monarquía de Asturias, llebó esta cruz por guión y divisa en las batallas, que como tal fue magníficamente adornada en el castillo de Gozón por su sucesor don Alfonso III en el año de 916; que este rey y sus sucesores la adoptaron por divisa y adornaron con ella, ya los edificios públicos debidos a su celo, y ya los diplo7 v. mas emanados de su autoridad; no habiendo prueba alguna del uso público y general de otro blasón. Y estando en favor de este la autoridad de Trelles, y aún la de Carballo, bien entendido, resulta que el verdadero blasón del Principado de Asturias es la Cruz de la Victoria.

No concluiré sin desvanecer una objección que pudiera proponerse, y es que, según la común opinión de los críticos, el uso de las armas no se introdujo en Europa hasta después de las cruzadas y en España hasta la conquista de Toledo, como probó el marqués de Mondéjar y indica también nuestro Carballo al párrafo segundo del título 33 de la parte tercera. Pero esto debe entenderse de las armas o blasones familiares o gentilicias tomados de aquellos geroglíficos que los antiguos caballeros pintaban en sus escudos y divisas, pero no de los de reynos y provincias, los quales se tomaron de las divisas o insignias militares que llevaban sus reyes en las guerras, y cuio uso en Europa y España es mui anterior al siglo 12. Basta pues para fixar el blasón de Asturias haber indicado la insignia que nuestros reyes usaron como divisa propia. Fundado el reyno de León esta divisa se hizo si no más propria, más peculiar de Asturias, pues adoptado primero los leones y después los castillos, que al fin se reunieron para formar el blasón de España. La Cruz de la Victoria, antiguo [blasón de los reyes de Asturias, quedó adjudicado a esta provincia, sin que pudiese privarle del las mudanzas que acaecieron en su govierno civil].

Resta determinar la forma en que se debe representar el que acabamos de establecer. En mi dictamen, deberá ser una cruz de plata exactamente copiada de la de la Victoria que se halla en la santa yglesia de esa ciudad con el alpha griega pendiente de su brazo derecho y la omega del izquierdo, las quales pueden ser de oro, y todo en campo azul. [Siguiendo en esto último la opinión de Trelles, bien que pues el adorno de esta cruz será regularmente de oro, pudiera serlo también en representación y colocarse en campo de gules o encarnado según Díaz del Valle. El] escudo deberá tener corona real y en su contorno el lemma que se halla en la inscripción de la misma cruz, y dice así: Hoc signo tuetur pius. Hoc signo vincitur inimicus.

Esto es lo que puedo decir a vuestra merced en satisfacción de su deseo. Acompañaría a estas reflexiones un dibuxo del escudo con este blasón si tuviese a la vista el tipo de que debe copiarse, pero como existe en esa santa yglesia será mejor que alguno de los pintores de esa ciudad le copien de su original, añadiendo las letras mayúsculas del alphabeto griego.

Vea vuestra merced si puedo servirle en otra cosa, y mande quanto quiera a su afectísimo amigo y fiel servidor.